martes, 27 de febrero de 2018

Nicholas Blake

El poeta que escribía novelas de intriga

   
  Seudónimo del poeta, dramaturgo, novelista y crítico irlandés Cecil Day Lewis (1904-1972), bajo el que publicó excelentes novelas de intriga. Descendiente de un clérigo, su madre falleció cuando apenas tenía dos años de edad. Ante esta situación, se trasladó con su padre a Londres. De este modo fue criado por su progenitor y por una tía. Graduado en Oxford, publicó su primer libro de poemas, Beechen vigil, en 1925. Tres años después apareció Country comets, seguido de que le dio renombre y en el que trabajó con gran sutileza la articulación entre lo social y lo personal. Sus primeros poemarios, mostraron su compromiso juvenil con la izquierda y el marxismo.    Así que a comienzos de la década del treinta se afilió al partido comunista y publicó un libro de crítica titulado A hope for poetry (1934). Tras dos volúmenes de búsqueda formal, From feather to iron (1931), y The magnetic mountain (1933), intentó una poesía más programática en A time to dance (1935), pero retornó, en Overtures to death (1938), a una complejidad en la que combinaba la herencia postsimbolista con las experimentaciones de la vanguardia europea de principios del siglo XX.
  En 1939 renunció al partido comunista, aunque mantuvo su ideario de izquierda. Durante la Segunda Guerra Mundial, Day-Lewis trabajó como editor de publicaciones en el Ministerio de Guerra británico. Por aquellos años comenzó a alejarse de la poesía de contenido social y político y se acercó al lirismo clásico.
   Fue profesor en Oxford (1951-1956) y en Harvard (1964-1965). Realizó soberbias traducciones de Virgilio y Paul Valéry y fue Poeta Laureado desde 1968.
   

   Con el seudónimo de Nicholas Blake, publicó un buen número de excelentes novelas de intriga, que incluye trabajos como A question of proof, The case of the abominable snowman y The morning afther death, entre otros. No fue casualidad que Jorge Luis Borges y Adolfo Bioy Casares eligieran su novela La bestia debe morir para inaugurar, en los años cincuenta, una legendaria colección argentina de novela policíaca, El séptimo círculo.
   Fue miembro del llamado "grupo de Oxford", asociación de poetas de izquierda de la que formaban parte Stephen Spender, Wystan Hugh Auden y Louis McNeice; como todos ellos, se caracterizó por ser activamente beligerante a favor de la República en la Guerra Civil española.
   
Jill Balcon y Cecil Day-Lewis con sus hijos Tamasin y Daniel
    Casado en dos oportunidades y padre de cuatro hijos, Cecil Day-Lewis trabajó como docente y se dedicó a la traducción. Reconocido con la Orden del Imperio Británico en grado de Comendador, este miembro honorario de la Academia Estadounidense de las Artes y las Letras, integrante de la Real Academia de Irlanda y vicepresidente de la Real Sociedad de Literatura falleció en 1972 a causa de un cáncer pancreático. Su autobiografía, The buried day, apareció en 1960.   Sus hijos, el actor inglés Daniel Day-Lewis y su hermana Tamasin donaron en 2012 a la Universidad de Oxford los manuscritos de su padre. La colección cedida a la biblioteca universitaria Bodleian presenta, en un total de 54 cajas, cartas del escritor a su segunda mujer, la actriz Jill Bacon; guiones de radio y televisión; material audiovisual y manuscritos de sus obras, entre otros. 
   Con estos documentos, la universidad espera introducirse en la obra del poeta y los aspectos de su vida personal desde un ángulo más íntimo, como a través de la correspondencia que Day-Lewis mantuvo con los también escritores Kingsley Amis y Robert Graves, y con la actriz Peggy Ashcroft.

lunes, 5 de febrero de 2018

Próxima reunión 6 de Febrero de 2018 a las 6 en punto

La conjura de los necios
John Kennedy Toole
     
   El protagonista de esta novela es uno de los personajes más memorables de la literatura norteamericana: Ignatus Reilly -una mezcla de Oliver Hardy delirante, Don Quijote adiposo y santo Tomás de Aquino, perverso, reunidos en una persona-, que a los treinta años aún vive con su estrafalaria madre, ocupado en escribir una extensa y demoledora denuncia contra nuestro siglo, tan carente de teología y geometría como de decencia y buen gusto, un alegado desquiciado contra una sociedad desquiciada. 
   Por una inesperada necesidad de dinero, se ve 'catapultado en la fiebre de la existencia contemporánea', embarcándose en empleos y empresas de lo más disparatado.

Fuente: Anagrama

jueves, 1 de febrero de 2018

La conjura de los necios

Ignatius J. Reilly


   1976. Walker Percy abre con desgana el manuscrito. Él es un prestigioso filósofo y escritor, y leer la obra de un don nadie fallecido no le apetece. Pero Thelma Toole, la enlutada madre del autor, le ha acorralado con su insistencia. Percy, con cierta desidia, comienza a pasar las páginas. Y se enamora.
   Así que no le quedó más remedio que convencer a la Universidad Estatal de Luisiana de que debía publicarla, cosa que sucedió en 1980. Un año más tarde, la obra recibía el Pulitzer.
   Resulta imposible resumir la trama picaresca y siempre sorprendente de La conjura de los necios, ambientada en Nueva Orleans y sus bajos fondos. Su figura central es uno de los personajes más memorables de la literatura norteamericana: Ignatius J. Reilly, un ser inadaptado que vive a los 30 años con su madre viuda y que sueña con que el modo de vida medieval, así como su moral, reinen de nuevo en la sociedad. Para ello, y con la intención de ser escuchado en un mundo en el que es, en realidad, un incomprendido, rellena de su puño y letra cientos de cuadernos en los que plasma su particular visión y así crear su ambiciosa obra maestra. Lo que comienza con un personaje absurdo, ridículo en todos los aspectos, en su vestimenta, su aspecto físico, sus pensamientos, sus relaciones, su edad, su trayectoria, su familia, todo un gran y ridículo esperpento, va cogiendo forma página a página. 
    A partir de un accidente de coche causado por la conducción de su madre ebria, la extraña pareja asume una deuda monetaria que la ridícula pensión de la viuda no puede soportar y obliga a Ignatius a salir al mundo real a buscar trabajo creando situaciones disparatadas.
   Darlene, la stripteaseuse de la cacatúa; Burma Jones, el quisquilloso portero negro del cabaret Noche de Alegría, regentado por la rapaz Lana Lee, quien completa sus ingresos como modelo de fotos porno; el patrullero Mancuso, el policía más incompetente de la ciudad; Myrna Minkoff, la estudiante contestataria, amiga de Ignatius; Dorian Greene, un líder de la comunidad gay; la desternillante octogenaria Miss Trixie, siempre enfurecida porque no le dan la jubilación; personajes que se revelan en la novela como un hallazgo asombroso y que en ningún momento intuyen uno solo de los disparates que van a ocurrir.

   1980. Scott Kramer abre con desgana el libro. Él es un joven ejecutivo en la 20th Century Fox, y leer la obra de un don nadie muerto no le apetece. Pero la editorial de la Universidad de Louisiana, un ente sin presencia en Hollywood, le ha enviado la novela porque él es su único contacto en la meca del cine. Con cierta desidia, comenzó a pasar las páginas. Y se enamoró.
   Desde entonces, Kramer ha vivido una odisea tratando de llevar La conjura de los necios a la gran pantalla. Muchos ejecutivos opinan que se trata de una obra difícil de adaptar.
En estas tres décadas, el proyecto ha estado lastrado por la incomprensión. Y por la desgracia. Todos los intentos serios de crear un filme han tropezado con funestos acontecimientos. John Belushi fue el primer actor elegido para encarnar a Ignatius. Falleció por sobredosis un día antes de su reunión con directivos de la productora.
   Otros intérpretes que se barajaron para el papel fueron John Candy y Chris Farley. Muertos. El último nombre en saltar a la palestra fue el de Will Ferrell, que encabezaría un reparto en el que figurarían además Drew Barrymore, Mos Def y Olympia Dukakis. Kramer y Steven Soderbergh habían escrito un guión meticulosamente fiel a la novela. Incluso se rodaría el filme en Nueva Orleans. Y entonces llegó el Katrina. La empresa continúa actualmente en punto muerto. "Es la película que todo el mundo en Hollywood desea rodar pero nadie quiere financiar", comentó Ferrell en 2007.